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Más que una película, Los fantasmas de Scrooge, es todo un espectáculo audiovisual. Robert Zemeckis (Forrest Gump, 1994) recurre por tercera vez a la técnica del motion capture, para aprovechar lo mejor de los recursos histriónicos en una película enteramente animada. En este caso, la excusa es una nueva adaptación de la novela "Un cuento de Navidad" de Charles Dickens, un clásico cuyo número de adaptaciones es, hoy por hoy, incuantificable.
Hablar de las actuaciones, cuando son los efectos especiales, quienes tienen realmente el protagonismo, puede resultar algo estéril, sin embargo, el aporte de Jim Carrey (Mentiroso, mentiroso, 1997) se siente; el personaje de Ibenizer Scrooge es suyo, lo controla con extravagancia, y gracias a una serie de movimientos, el actor rompe las barreras de la animación, colocándose en un nivel más real y tangible, desde donde se le reconoce, como en la mayoría de sus trabajos, por su elasticidad infinita y su maestral dominio del movimiento.
Si alguna de las adaptaciones de este libro, se ha esforzado en plasmar en la pantalla, el sentido gótico, realista y moral, con los que Dickens construyó su obra, es precisamente esta última versión. Para ello, se mezclan los colores, el guión y la música; que recurre a pistas clásicas, pero a la vez surte de nuevas dimensiones a la creación de Zemeckis. La mejor muestra es la secuencia en la que Scrooge recibe la visita del fantasma de Marley, su antiguo socio. La espectacular escena, funde todos los recursos y plantea al espectador las dimensiones del espectáculo que está por comenzar. El resto, es un alucinante viaje, lleno de creatividad, conmoción y espíritu navideño.
A la cinta, que también se puede disfrutar en 3D, le acompaña una hermosísima interpretación, por parte del tenor italiano Andrea Bocelli; del tema "God bles us everyone". Un clásico con el que Bocelli se luce y cierra con broche de oro, una de las mejores películas animadas del año.
Los fantasmas de Scrooge, nos emociona, nos conmueve y nos traslada a un mundo fantástico, un mundo oscuro en el que podemos medir y reflexionar el curso de nuestras vidas. El examen es obligatorio, el espectador es un Scrooge más, las imágenes se derraman precipitadamente, salpicándolo todo, pero con elegancia, lo mismo que una botella de champaña. El público se hace dueño de la historia, los personajes están sentados entre nosotros y el final, es todo un acontecimiento.
A todos alguna vez, nos ha atormentado algún fantasma; pero… ¿Hemos entendido el por qué de ello; o nos acorralamos dentro de nuestras esperanzas, de nuestros temores y de nuestra fe? Los fantasmas no son más que el reflejo de nuestro interior, de nuestras carencias y de nuestros excesos. El mundo no se divide entre ricos y pobres, sino entre buenos y malos, la diferencia es bastante significativa, Los fantasmas de Scrooge es un ejemplo de ello.