domingo, 25 de octubre de 2009

La Muerte


La muerte nos acompaña, nos persigue, nos obsesiona. Es nuestra eterna compañera. No podemos escapar de ella y no solo porque nos llegará el momento, sino por todas las personas que vemos morir cada día y también, con toda posibilidad, de las que mueren para que nosotros vivamos mejor. Obviamente, a la mayor parte de nosotros nos es indiferente la muerte de la mayor parte de las personas. Únicamente cuando lo vemos en la tele con bastante crudeza o que muere alguien cercano tomamos conciencia de lo que es. Normalmente no pensamos en ella, hasta que ya es demasiado tarde. Esta es la idea que quiero transmitir; que no solo hay que aceptarla y asumirla, sino vivir con ella y tenerla siempre presente. Mucho se ha escrito y muchos tópicos se han creado en torno a ella. Cosas como que “hay que vivir la vida como si fuera nuestro último día, porque no sabemos lo que nos puede pasar”. Eso es bastante cierto y también hay que tenerlo en cuenta. Pero creo que hay algo que nos afecta más que la propia muerte y es la de nuestros seres más queridos. Mediante el simple argumento de que si pasara algo no me lo perdonaría nunca, una señora muy querida (ahora ya desaparecida), me convenció en una sola sentencia para que volviera con mi familia. Parece una estupidez, pero visualizar que puedes perder a alguien muy querido, habiéndote separado por cuestiones de mero orgullo o independencia, te hace sentirte estúpido y te quita el trauma de vivirlo de forma directa. La muerte es necesaria para recordarnos todas las cosas importantes que tenemos en nuestras vidas y recordar que puede llegar a cada momento, nos hace mucho más fácil perdonar, olvidar, darnos cuenta de las estupideces que nos obsesionan y nos hacen desperdiciar nuestras vidas, pero especialmente nos recuerda su presencia, lo tremendamente importantes que son determinadas personas para nosotros y como creemos que no podríamos vivir sin ellas

Contradicciones de la Biblia- Un asunto de reflexión y Análisis




Las contradicciones de la Biblia deben ser analizadas bajo reglas tradicionales de lógica y razonamiento. A primera vista, ciertas escrituras pueden parecer contradictorias con otras escrituras, pero una mayor investigación revela algo diferente. Primero, los escépticos razonables deben concordar en la definición de una contradicción. "La Ley de la No-Contradicción," la cual es la base de todo razonamiento lógico, mantiene que algo no puede ser "A" y "no-A" al mismo tiempo. Por ejemplo: No puede ser día y noche al mismo tiempo, en el mismo lugar. Por lo tanto, si una escritura bíblica viola esta Ley, se ha establecido una contradicción. Sin embargo, basado en la misma ley, dos afirmaciones pueden diferir sin ser una contradicción.
Por ejemplo: Un testigo en un caso de la corte puede testificar que vio a dos personas en la escena del crimen, Jake y Sam, mientras que otro testigo puede testificar que sólo vio a Sam. Estas afirmaciones no son contradictorias. De hecho, en una corte, estas afirmaciones podrían ser consideradas como complementarias. Esta es la naturaleza de muchas de las supuestas contradicciones de la Biblia. Por ejemplo: En Mateo leemos que Jesús se encontró con dos hombres ciegos. En Marcos y en Lucas sólo leemos que Jesús se encontró con un hombre ciego. En Mateo y Marcos leemos que Jesús fue tres veces a orar solo en el Jardín de Getsemaní, mientras que en Lucas leemos que Jesús en una ocasión se fue solo a orar. Bajo las reglas legales de evidencia y de la Ley de la No-Contradicción, éstas no son escrituras contradictorias, y aún así forman parte de todas las listas infames.
Algunas contradicciones de la Biblia parecen contradictorias sólo por las complejidades de la traducción bíblica. El análisis de los lenguajes originales de la Biblia (hebreo para el Antiguo Testamento y griego para el Nuevo Testamento) puede solucionar muchos problemas aparentes. No se diferencia de cualquier otra revisión textual de material traducido. Todos los lenguajes (incluyendo especialmente el hebreo y el griego) tienen limitaciones especiales y matices que causan dificultades en la traducción. El contexto histórico de la traducción puede también causar algún malentendido.
Por ejemplo: El libro de los Hechos tiene dos relatos de la conversión de Pablo en el Camino a Damasco. En Hechos 9:7: "…los hombres que iban con Pablo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie." En Hechos 22:9 "…los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no oyeron la voz del que me habló" (versión King James). A primera vista, estos relatos parecen contradictorios -- uno dice que los compañeros de Pablo oyeron la voz, mientras que el otro dice que ninguna voz se escuchó. Sin embargo, el texto griego resuelve el problema. "La construcción del verbo 'escuchar' (akouo) no es la misma en los dos relatos. En Hechos 9:7 es usada en el genitivo, en Hechos 22:9 en el acusativo. La construcción con el genitivo simplemente expresa que algo está siendo escuchado o que ciertos sonidos alcanzan el oído, nada se indica acerca de si la persona entiende lo que escucha o no. La construcción con el acusativo, sin embargo, describe el escuchar, lo cual incluye la aprehensión mental del mensaje hablado. De esto se hace evidente que los dos pasajes no son contradictorios." (W.F. Arndt: Does the Bible Contradict Itself? , págs. 13,14.) Por lo tanto, Hechos 22:9 no niega que los compañeros de Pablo oyeran ciertos sonidos, simplemente dice que ellos no entendieron los sonidos que escucharon.